Año tras año, la mala gestión del agua y las catástrofes, naturales o antropogénicas, interrumpen el suministro de agua en muchas ciudades del mundo.
Las inundaciones, las erupciones volcánicas, las sequías, los terremotos, los conflictos, las pandemias, los incendios y los accidentes, como los derrames de petróleo o los relacionados con la gestión de desechos, son las catástrofes que más comúnmente afectan a la población y al medio ambiente. Además, debido al cambio climático, las catástrofes naturales están ocurriendo más frecuentemente, tienen mayor intensidad y a menudo hacen necesarias medidas de socorro urgentes.
Cuando se presentan esos fenómenos extremos o se registran variaciones acusadas en el clima, suele haber una disminución de la cantidad y la calidad del agua superficial; en ese contexto, el agua subterránea se convierte en un recurso hídrico importante.
A diferencia del agua superficial, el agua subterránea no se detecta a simple vista y en ocasiones no se tienen suficientes datos sobre ella. Es posible que se desconozca su volumen, origen y destino, la sostenibilidad de su uso o su inocuidad. Si se obtiene información oportuna sobre nuevos recursos hídricos, en particular subterráneos, es posible continuar suministrando agua en situaciones de emergencia.