Gracias, en parte, a la tecnología nuclear y al apoyo del OIEA y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Costa Rica ya no depende de laboratorios extranjeros para garantizar la inocuidad de los alimentos y seguir siendo competitiva.
“Analizamos 310 muestras al mes, un 25 % más que hace dos años”, señala Yajaira Salazar, experta en inocuidad de los alimentos del Laboratorio Nacional de Servicios Veterinarios de Costa Rica (LANASEVE), al tiempo que camina por el laboratorio entre sofisticados aparatos y parpadeantes luces verdes intermitentes. Tanto ella como sus colegas han participado en diversos cursos y períodos de capacitación del OIEA y ya están en condiciones de analizar biotoxinas marinas y llevar a cabo actividades de gestión de la calidad, entre otras cosas.
Los plaguicidas, los residuos de medicamentos veterinarios, los metales pesados, las biotoxinas marinas y otros contaminantes orgánicos e inorgánicos pueden contaminar nuestros alimentos. “Para detectarlos, Costa Rica necesita las tecnologías más modernas y de mayor calidad, y personal bien capacitado que las utilice”, dice Marietta Ureña Brenes, Directora del LANASEVE. “Debemos mantenernos a la cabeza de la tecnología.”
Desde 2015, expertos del LANASEVE aprenden a utilizar la tecnología analítica nuclear y convencional más actual para detectar contaminantes y residuos en los alimentos, y han recibido equipos punteros y conocimientos especializados en el marco de un proyecto de cooperación técnica del OIEA. Estas mejoras en la esfera de la inocuidad de los alimentos han favorecido por igual a consumidores, productores y exportadores de Costa Rica.
Ganadería y pesca
Para la industria pesquera de Costa Rica, enviar las muestras al LANASEVE en lugar de a laboratorios extranjeros para su análisis supone un ahorro tanto de dinero como de tiempo. Antes solían enviarse cerca de 200 muestras al año a laboratorios del Ecuador y de Chile para detectar posibles sustancias nocivas y cumplir las normas de la Unión Europea; ahora el LANASEVE analiza esas muestras en Heredia, al norte de San José, lo que le supone a cada productor un ahorro mínimo de 27 000 euros al año.
La industria cárnica también se beneficia de estos nuevos servicios analíticos. CIISA, una empresa costarricense que vende carne de vacuno y de cerdo en Costa Rica, los Estados Unidos de América, Rusia y Europa, entre otros, también depende de la precisa tecnología analítica isotópica y nuclear del LANESEVE para garantizar que sus productos son inocuos y cumplen los requisitos de los mercados.
“Es mejor prevenir que curar”, explica María José Arroyo, experta en calidad del CIISA. Todas las semanas inspectores veterinarios preparan muestras de carne de vacuno y de cerdo para que el LANASEVE las recoja y las analice, un servicio que antes no recibían.
A nivel mundial, la tecnología puede detectar cada vez mejor cantidades muy pequeñas de residuos en los alimentos, lo cual es bueno para los consumidores, pero significa que los códigos son cada vez más estrictos para los exportadores.