La calidad del agua corre a menudo peligro como consecuencia de las actividades humanas y la infraestructura, lo que acaba convirtiendo a esta fuente de vida en una amenaza. Gracias a las técnicas nucleares es posible determinar los factores de estrés que inciden en la calidad del agua y saber cómo conseguir que esta siga siendo apta para su uso y purificar el agua contaminada.
Calidad del agua
A pesar de que las Naciones Unidas han reconocido el agua limpia como un derecho humano fundamental, gran parte de la población mundial vive con agua de mala calidad en su día a día. Es decir, agua que no es apta para ser bebida o fuentes de aguas superficiales que no son de la calidad adecuada, o sea, ríos, lagos y océanos contaminados. Esto afecta a todas las formas de vida y no solo a los seres humanos.
Las fuentes de agua pueden estar contaminadas por metales pesados, compuestos orgánicos complejos como los derivados del petróleo o los productos farmacéuticos, isótopos radiactivos y elementos traza. La circulación de estos contaminantes por el medio acuático depende de lo hidrosolubles que sean y de la facilidad que tengan para combinarse con partículas finas (“depuración natural de contaminantes”). Así, algunos contaminantes pueden recorrer grandes distancias desde su origen, mientras que otros se combinan rápidamente.
Se están realizando grandes esfuerzos para mejorar las masas de agua esenciales y se han logrado progresos a este respecto. El OIEA utiliza instrumentos nucleares e isotópicos para estudiar la circulación de los contaminantes en el agua y para medir la calidad de esta, e isótopos estables y radiotrazadores para estudiar cómo el agua subterránea desemboca en lagos, ríos u océanos y para obtener más información de las vías de transporte de los contaminantes, lo que ayuda a los Estados Miembros a evitar y mitigar los casos de contaminación.
El Organismo también imparte capacitación sobre técnicas analíticas a fin de mejorar la exactitud y los niveles de detección, gracias a lo cual los gobiernos y los encargados de adoptar decisiones pueden estar seguros de que obtienen datos fiables sobre la calidad del agua.
Aguas de desagüe y calidad del agua
Los contaminantes que proceden de las aguas de escorrentía agrícolas y urbanas y de las aguas de desagüe de actividades mineras pueden afectar a la calidad del agua. En muchas zonas agrícolas los fertilizantes se filtran en los acuíferos y contaminan el suministro de agua. El OIEA contribuye a la seguridad hídrica poniendo en práctica modelos de purificación del agua en el marco de distintas situaciones de aportación de nitratos. También estudia el vínculo entre la carga de nutrientes, la eutrofización (exceso de nutrientes) y las mayores frecuencia e intensidad de los brotes de floraciones de algas nocivas en agua dulce.
El aumento de la concentración en aguas subterráneas de oligoelementos, como es, por ejemplo, el arsénico, se ha convertido en un importante problema de salud pública en muchos países.
El OIEA utiliza los isótopos U 238 y U 235 para evaluar si el uranio presente en el agua es de origen natural o proviene del ciclo del combustible nuclear. Los investigadores del OIEA también pueden probar hasta qué punto el agua superficial expuesta al aire en embalses abiertos está contaminada con radionucleidos, información que cobró una importancia especial tras los accidentes ocurridos en Chernóbil y Fukushima.
Garantizar el buen funcionamiento de los laboratorios de los Estados Miembros
Para detectar los contaminantes antes de que supongan una amenaza para la salud o para el medio ambiente, los laboratorios han de tener conocimientos especializados en técnicas analíticas que garanticen resultados de gran calidad incluso a nivel de elementos traza. Los encargados de adoptar decisiones necesitan recibir de los laboratorios datos de los que puedan fiarse para tomar las decisiones adecuadas.
Con ese fin y con el de contribuir a validar y mejorar la fiabilidad de los laboratorios de todo el mundo, el OIEA organiza comparaciones entre laboratorios y pruebas de competencia. Estas pruebas se centran en determinar si se detectan en el agua, en concentraciones muy bajas, elementos como el plomo, el cadmio, el arsénico, el cobre, el zinc o el uranio.