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Un estudio del OIEA señala diferencias entre los servicios de radioterapia pediátrica del mundo y propone mejoras de las prácticas médicas

10/2021

El personal del Hospital Infantil Teletón de Oncología de Querétaro (México) prepara a una pequeña paciente antes del tratamiento de radioterapia (Fotografía: A. Silva y J. Weilguny/OIEA)

En un estudio realizado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) se analizaron una serie de servicios de radioterapia pediátrica de diferentes partes del mundo. Se detectaron desigualdades en cuanto a la disponibilidad de equipos y de profesionales cualificados entre los diversos países y se redactaron prácticas médicas que podrían mejorar las tasas de supervivencia de los niños en los países de ingresos bajos.

El estudio “Prácticas de radioncología pediátrica en los países de ingresos bajos y medianos”, publicado recientemente en la revista Clinical Oncology, estudió 134 centros de radioterapia de 42 países para evaluar la situación general de la radioterapia pediátrica en el mundo. Los resultados muestran que, al igual que sucede con otras especialidades médicas, la radioterapia pediátrica en entornos de bajos recursos se enfrenta a múltiples obstáculos: los equipos son escasos y anticuados y falta un número elevado de radioncólogos y especialistas en medicina radiológica.

Si bien es poco frecuente, el cáncer infantil es el cuarto tipo de cáncer más importante, tras los cánceres de pulmón, de mama y de colon, debido a los años de vida que pueden perderse. Muchos cánceres pediátricos responden bien al tratamiento y más del 80 % de los niños diagnosticados en los países de ingresos altos se curan, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por otro lado, en los países de ingresos bajos, menos del 20 % de los niños afectados sobrevive, debido a diagnósticos tardíos, a tratamientos inasequibles o incompletos o a patologías adicionales, como la malnutrición. En América Latina, cada año hay unos 18 000 casos y más de 7000 muertes.

“La diferencia es abismal, en especial si se tiene en cuenta que la gran mayoría de los niños nacen en países de ingresos bajos y medianos”, dijo Kirsten Hopkins, radioncóloga del OIEA. “En combinación con la quimioterapia y la cirugía, la radioterapia es fundamental en alrededor de un tercio de los casos de cáncer infantil”, añadió.  La radiación puede emplearse para tratar de manera eficaz tumores en el cerebro, los huesos, los riñones y otros órganos, así como el sarcoma de partes blandas, un tipo de cáncer que afecta a los tejidos conectivos, como los músculos.

El estudio destacó que la tasa de supervivencia de los niños con cáncer en los países de ingresos altos aumentó de manera considerable desde la década de 1970 gracias al uso óptimo de la quimioterapia temprana y de los equipos de radioterapia de cobalto 60. “Se trata de un gran éxito médico de las últimas décadas y ahora hay que ampliarlo a los lugares donde viven la mayoría de los niños”, afirmó la Sra. Hopkins.

Pese a que en los países de ingresos bajos no se suele contar con la radioterapia necesaria para el tratamiento del cáncer, podría aumentarse su empleo en la oncología pediátrica, dice el estudio, si se refuerza la gestión clínica multidisciplinaria y la colaboración entre las autoridades sanitarias, las instituciones académicas y las organizaciones internacionales.

Además de realizar un análisis a gran escala, el estudio también examinó las prácticas de ocho reconocidos centros médicos de países de ingresos medianos, incluido el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología de La Habana (Cuba). Tras ese examen, el estudio concluyó que era posible ofrecer radioterapia pediátrica de calidad cuando los centros adoptaban metodologías modernas y los especialistas en radiación trabajaban en estrecha colaboración con otros equipos de oncología y pediatría, según expresó Yavuz Anacak, coautor del estudio y miembro del Departamento de Radioncología de la Escuela de Medicina y Hospital de la Universidad Ege en Esmirna (Turquía). “Al establecer alianzas, deberíamos fijarnos ese tipo de colaboración como objetivo”.

El estudio también concluyó que ciertos tipos de infraestructura necesaria para practicar la radioterapia pediátrica era insuficiente o inexistente en muchos centros médicos del mundo. Por ejemplo, escasean los equipos de inmovilización para niños, los equipos de anestesia y las salas de recuperación tras la anestesia, las zonas de juego y el personal de apoyo experimentado en el cuidado de niños, como los enfermeros y los trabajadores sociales. También se encontraron deficiencias en cuanto a la formación: la radioterapia pediátrica no es parte del programa de estudios en muchos países y, por ende, los graduados de programas de radioncología tienen poca experiencia con niños.

“Los niños no son adultos pequeños, son un grupo con características propias” explicó la Sra. Hopkins. Es fundamental que el tratamiento de radioterapia sea de calidad, agregó, en particular porque las células de los niños son más sensibles a la radiación debido a que se dividen y crecen. Por este motivo, los niños corren mayores riesgos de tener efectos secundarios tardíos que pueden afectar al aprendizaje y el desarrollo.

Estudios como este, agregó la Sra. Hopkins, sirven de guía para planificar la asistencia a los países en la lucha contra el cáncer, en especial contra el cáncer pediátrico. “Hemos detectado los errores y sabemos en qué aspectos debemos centrarnos más allá del suministro de equipos; por ejemplo, debemos apoyar la formación en metodologías multidisciplinarias para el manejo del cáncer pediátrico”.

El OIEA presta asistencia a los países para que mejoren sus servicios de medicina nuclear y radiológica proporcionando orientaciones, equipos y formación. El Organismo forma parte de la Iniciativa Mundial de la OMS sobre el Cáncer Infantil, cuyo objetivo es que en 2030 el 60 % de los niños sobrevivan al cáncer. Desde 2014 ha invertido más de 47 millones de euros en apoyo a los servicios de radioncología, incluidos los relacionados con el cáncer pediátrico. También está redactando orientaciones para que, al planificar servicios y manejar el cáncer, los encargados de formular políticas sanitarias y los profesionales de la salud en entornos de bajos recursos tengan en cuenta todos los aspectos que conforman una radioterapia pediátrica segura y eficaz.

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