Tras sobrevolar los cultivos de un invernadero, una drosófila de alas manchadas (Drosophila suzukii) aterriza en unas bayas en flor, infesta los frutos frescos y causa daños irreparables. A diferencia de otras drosófilas que prefieren las frutas cosechadas y en descomposición, la drosófila de alas manchadas tiene predilección por las frutas pequeñas, como los arándanos, las fresas y las frambuesas, y las frutas de hueso, como las cerezas, tanto en campos abiertos como en invernaderos. Esta plaga originaria de Asia sudoriental se extendió a Europa para luego llegar a América del Norte y después al sur del Brasil, donde atravesó las fronteras y entró en la Argentina, Chile y el Uruguay. La plaga puede causar cuantiosas pérdidas económicas: según un estudio publicado en la revista Insects, en los Estados Unidos estas pérdidas son superiores a los 500 millones de dólares al año.
El OIEA, en cooperación con la FAO, tiene la experiencia y los conocimientos necesarios para aplicar con éxito la técnica del insecto estéril (TIE) a fin de reducir o eliminar plagas; por ejemplo, la mosca del Mediterráneo en países como el Ecuador, la mosca del gusano barrenador en varios países de América Latina, la mosca tsetsé en países como el Senegal y diversas polillas en países como México. Dados los daños que la drosófila de alas manchadas podría causar en la producción de frutas en diferentes partes del mundo, varios países se han puesto en contacto con la FAO y el OIEA para que se evalúe la posibilidad de utilizar la TIE contra ese insecto en sistemas de producción en espacios cerrados, como los invernaderos.
“Hasta la fecha, no se han diseñado tratamientos ecológicos para luchar contra esta plaga”, dice Gustavo Taret del Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza (Argentina). “La TIE sería el único método ecológico de control que podría emplearse en invernaderos; con él se reduciría el uso de insecticidas y se protegería a los insectos beneficiosos al mismo tiempo que se eliminan plagas”.