Más de un millón de habitantes de Sri Lanka dependen del mar para sus ingresos, y cerca de la mitad de la ingesta de proteína animal de la población de la isla procede del pescado. El mar representa para los habitantes del país una fuente de alimentación diaria, un medio de subsistencia, o ambas cosas. Las preocupaciones relativas al accidente de la central nuclear de Fukushima Daiichi, ocurrido el 11 de marzo de 2011, pusieron de manifiesto la importancia de monitorizar la presencia de sustancias radiactivas en los océanos, pero Sri Lanka no contaba ni con el equipo ni con los conocimientos técnicos necesarios para medir los niveles de radiactividad de sus aguas.
La población de Sri Lanka estaba especialmente preocupada por la calidad del pescado que consumía. “Nos vimos obligados a monitorizar la radiactividad en muestras de pescado de captura local y de pescado congelado o enlatado de importación”, explica Vajira Waduge, Director de la División de Ciencias de la Vida de la Junta de Energía Atómica (AEB) de Sri Lanka.
El OIEA ha iniciado un proyecto para ayudar a 24 países de la región a establecer valores de referencia de los niveles de radiactividad, tanto natural como artificial, en sus aguas costeras (véase ¿Qué son los valores de referencia?).
Waduge y su equipo detectaron cesio 137 en muestras de pescado enlatado de importación, pero solo a niveles insignificantes. Aunque en las aguas y los sedimentos de Sri Lanka se han detectado sistemáticamente niveles bajos de cesio, se trata de una consecuencia de la lluvia radiactiva producida por los ensayos nucleares de los años 50 y 60. Waduge explica que, a fin de transmitir al público el mensaje de que el pescado es inocuo, la industria pesquera, los importadores y la AEB realizaron una campaña divulgativa por medio de programas de concienciación.
Dotarse de las herramientas necesarias
Antes de poner en marcha el proyecto, la AEB disponía de capacidad básica para realizar espectrometrías gamma, pero no para analizar muestras marinas, lo cual es necesario para elaborar una base de datos sobre la radiactividad marina.
A través de los talleres y las sesiones de capacitación impartidos por el OIEA, la AEB estableció métodos de muestreo y procedimientos analíticos que le han permitido monitorizar los niveles de radiactividad que se dan en los sedimentos del lecho marino, las aguas, los peces y las algas.
Posteriormente, la AEB consiguió fondos estatales para adquirir equipo más moderno y sofisticado, lo cual ha permitido que su personal detecte trazas de radionucleidos y fije valores de referencia. “El instrumento nos ha ayudado mucho a analizar las muestras debido a su gran capacidad”, comenta Waduge, quien añade que la colaboración con la Autoridad de Protección del Medio Marino ha sido uno de los puntos clave de los buenos resultados obtenidos en Sri Lanka.
Nos vimos obligados a monitorizar la radiactividad en muestras de pescado.