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Nueva investigación del OIEA estudia el efecto de los microplásticos en los organismos marinos

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(Vídeo: J. Weilguny/OIEA)

Según estimaciones recientes, hay nada menos que 5,25 billones de partículas de plástico, con un peso de 250 000 toneladas, flotando en los océanos. Esto supone un grave problema ambiental: los contaminantes ya disueltos en el agua del mar pueden adherirse a esos fragmentos de plástico, que pueden ser ingeridos por organismos marinos.

A principios de este otoño, el OIEA inició un proyecto internacional de investigación a fin de utilizar técnicas nucleares e isotópicas para comprender mejor los efectos que esos microplásticos tienen en los organismos y evaluar los riesgos adicionales de contaminación derivados de los contaminantes asociados.

“Si bien el efecto palpable de los restos de plástico de gran tamaño en el medio marino está muy documentado, el posible daño que pueden ocasionar los microplásticos no es tan evidente”, afirma David Osborn, Director de los Laboratorios para el Medio Ambiente del OIEA. “La ciencia nuclear e isotópica puede ofrecer una valiosa información sobre los riesgos que entrañan para los organismos marinos y los seres humanos, y los países pueden recurrir a ellas para fundamentar decisiones políticas.”

A través de experimentos en acuarios controlados, esta investigación producirá datos cuantitativos y ofrecerá una perspectiva única sobre el complejo efecto biológico de los microplásticos. La información recopilada mejorará el conocimiento de los científicos sobre la manera en que estos plásticos y los contaminantes asociados afectan a los organismos marinos de importancia para la sociedad y el comercio, y ayudará a fortalecer los programas nacionales de inocuidad de los alimentos de origen marino.

Como explica David Osborn, “[s]aber hasta qué punto los microplásticos pueden transferir contaminantes tóxicos a la biota marina es una cuestión de interés mundial, sobre todo para los países que dependen de la industria pesquera como fuente de alimentación e ingresos.” La investigación estudiará si en escenarios realistas —los que se dan en el medio ambiente—, los microplásticos se adhieren a los contaminantes presentes del agua del mar o los sedimentos y cómo estos plásticos podrían transmitir esos contaminantes a los organismos marinos, ocasionándoles otros efectos adversos.

Los microplásticos proceden del desgaste y la desintegración de restos de plástico de mayor tamaño, desde los gránulos empleados en la fabricación de plásticos hasta los aditivos microplásticos de los productos de limpieza y de higiene personal, y las prendas de vestir sintéticas. Según un informe de 2016 del Grupo Mixto de Expertos sobre los Aspectos Científicos de la Protección del Medio Marino (GESAMP), se estima que enjuagar una única prenda de vestir, por ejemplo, puede desprender unas 1900 microfibras sintéticas.

Los microplásticos y las microfibras sintéticas están muy presentes en el océano: diseñados específicamente para resistir, tardan mucho tiempo en desintegrarse y pueden permanecer en el medio ambiente más de un siglo. Se encuentran flotando o suspendidos en el océano, en las playas y en el fondo marino. Los animales marinos, entre ellos los moluscos (mejillones, almejas) y los peces, suelen confundirlos con alimento, como el plancton, e ingerirlos.

Debido a su pequeño tamaño, los microplásticos pueden llegar a los órganos internos de los organismos, a los que potencialmente podrían transferir los contaminantes que llevan adheridos, entre otros, contaminantes orgánicos persistentes como los bifenilos policlorados (PCB) y metales traza como el mercurio y el plomo. Los plásticos y los contaminantes que se acumulan en ellos entran en la cadena alimentaria y pueden ser transferidos a los seres humanos que coman esos alimentos de origen marino.

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