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Apuestas arriesgadas y apuestas seguras

Por qué la fusión necesita empresas y empresas emergentes

Simon Woodruff es fundador y presidente de Woodruff Scientific, una empresa estadounidense que, por encargo de instituciones públicas y privadas, lleva a cabo actividades de investigación y desarrollo en el ámbito de la tecnología de fusión para acelerar el desarrollo de una energía de fusión económica. Activa en la comunidad de expertos en fusión, la empresa acoge un campamento anual de computación científica para estudiantes universitarios, ha organizado talleres nacionales sobre ciencias de la energía de fusión y participa actualmente en dos iniciativas del OIEA sobre fuentes compactas de neutrones por fusión y desarrollo privado de la fusión.

La premisa básica del desarrollo de la fusión por el sector privado es que existen muchas vías para la comercialización, y que los emprendedores pueden complementar los programas gubernamentales. A modo de ejemplo, basta con echar un vistazo a lo que ha sucedido en la industria de los lanzamientos espaciales. Una combinación de ingeniosos programas administrados por el Gobierno de los Estados Unidos y basados en alianzas público-privadas ha permitido realizar ahorros de manera generalizada en este sector, como han demostrado los ejemplos de SpaceX y Blue Origin, entre otros.

Los partidarios de la fusión del ámbito privado piensan de manera similar y se preguntan: ¿Cómo podemos abaratar las cosas? ¿De qué manera podemos utilizar las innovaciones más recientes en el terreno de los materiales, la tecnología y la inteligencia artificial para lograr viabilidad? ¿Cómo podemos reducir los costos totales de capital y el costo de la electricidad de manera que los sistemas de fusión puedan competir con el gas natural de ciclo combinado?

Desde mi investigación posdoctoral en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore en 1999, vengo siguiendo muy de cerca la historia de las empresas privadas dedicadas a la fusión. El Departamento de Energía de los Estados Unidos tenía en marcha un pequeño programa llamado Innovative Confinement Concepts (ICC), en el que se buscaban conceptos más sencillos y de más fácil construcción para la fusión nuclear. Ayudé a organizar la serie de talleres de dicho programa, y sus actividades se solapaban y complementaban con los conceptos de fusión que se estaban desarrollando en el ámbito privado. Cerca de Livermore, TAE Technologies (entonces llamada Tri-Alpha Energy) daba sus primeros pasos; en Vancouver (Canadá), General Fusion iniciaba su andadura, y, en el Reino Unido, se había fundado Tokamak Energy, por entonces conocida como Tokamak Solutions.

Me marché de Lawrence Livermore en 2004 para seguir el ejemplo de esas empresas y ver si podíamos de verdad agilizar la incorporación de sistemas de energía de fusión en el espacio de mercado comercial. En los 22 años que han transcurrido desde entonces, estas “apuestas arriesgadas” relacionadas con la fusión han recaudado en conjunto más de 1500 millones de dólares de los Estados Unidos para seguir desarrollando sus conceptos, y ha emergido una floreciente industria de la fusión en apoyo de esas iniciativas.

Las empresas privadas del ámbito de la fusión son optimistas; a menudo, demasiado optimistas. Esa combinación de espíritu emprendedor y tecnología avanzada les ha hecho ganar un estatus prácticamente de culto entre los directores de tecnología y los directores generales de otras industrias. Pero hay que decir que existe una esperanza generalizada. Muchos partidarios de la fusión del sector privado comenzaron en programas gubernamentales con unos horizontes de desarrollo de al menos 20 años, y hoy debaten acerca de la neutralidad de caja y la puesta en marcha, con muy pocos recursos o sin ellos, de iniciativas en un ecosistema en el que conviven empresas emergentes de muy distinto tipo. Estos emprendedores cuentan en parte con el apoyo de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados-Energía para cerrar la brecha entre el trabajo convencional de laboratorio y la industria, mediante una serie de pequeños programas como ALPHA, BETA, GOMOW y OPEN, y los que imagino que estarán por venir.

El programa “Tech to Market” (T2M) también resulta pertinente ahora para la fusión. El tema de las “salidas” suele estar sobre la mesa: ¿Qué sucede con esa empresa emergente? ¿Ha sido comprada? ¿Sale al mercado? ¿Vende propiedad intelectual?
¿Podemos hacerlo antes de que venza la vida útil del fondo de inversiones?

Desde que dejé Lawrence Livermore, he tenido el privilegio de hacer carrera trabajando con compañías privadas dedicadas a la fusión, desde una empresa emergente de sonofusión en Grass Valley, en California, hasta una empresa derivada del MIT que recaudó la sorprendente cifra de 200 millones de dólares de los Estados Unidos gracias a una inversión de Serie A. Es evidente que existe un interés renovado por la neutralidad en carbono y la neutralidad de caja. Cada emprendedor y cada empresa tienen un enfoque técnico diferente (ahora bien, por lo general es mejor a menor escala) y una idea ligeramente distinta sobre su plan de comercialización: algunos son partidarios de este enfoque basado en apuestas arriesgadas, donde todos los esfuerzos se concentran en ser los primeros en llevar al mercado algo capaz de generar energía. Pero esas apuestas arriesgadas (tal vez 20 en todo el mundo) solo constituyen una fracción diminuta de ese ecosistema de pequeñas empresas que ofrece productos y servicios en apoyo de la fusión.

En los Estados Unidos de América existe un programa de becas denominado Small Business Innovation Research que presta apoyo a cientos de empresas dedicadas a aspectos relacionados con la fusión: ya sea la fabricación de ignitrones o capacitores, la realización de simulaciones, el desarrollo de nuevos materiales para la fabricación aditiva o el examen de técnicas de diagnóstico novedosas. Las pequeñas empresas tienen menos gastos generales que los grandes laboratorios. Son ágiles y pueden virar el rumbo: un año pueden ofrecer una línea de productos y al siguiente idear un conjunto de soluciones distintas. Asimismo, son innovadoras: tienen en cuenta los problemas más importantes y encuentran soluciones, y se centran en aquello que, en última instancia, podría propiciar la llegada de la energía de fusión al mercado.

En definitiva, el presente de la fusión lo integran empresas emergentes y pequeñas empresas dedicadas a dicha esfera. ¡Y estas últimas tienen ante sí un futuro prometedor!

05/2021
Vol. 62-2

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