El mundo va muy desencaminado en cuanto al cumplimiento de los objetivos climáticos del Acuerdo de París, consistentes en limitar el aumento de la temperatura mundial a un máximo de 1,5 °C o 2 °C para 2050. Según las actuales proyecciones, los combustibles fósiles constituirán para 2050 la mayor parte del uso energético mundial.
De no cumplir la meta de 1,5 °C, ello supondría aceptar impactos climáticos, como el desplazamiento de millones de personas por el aumento del nivel del mar y la exposición de más millones a olas de calor extremo, así como impactos profundos relacionados con la biodiversidad, entre ellos pérdidas de especies, la eliminación del hielo marino en el océano Ártico y la pérdida de prácticamente todos los arrecifes coralinos.
De no cumplir la meta de 2 °C, la mitad de la población mundial podría quedar expuesta al “calor mortífero” veraniego, los mantos de hielo del Antártico podrían desvanecerse, las sequías podrían aumentar de forma masiva y el desierto del Sahara podría empezar a expandirse por Europa Meridional. Los suministros mundiales de alimentos podrían correr peligro, lo cual desencadenaría una migración humana en masa y elevaría el riesgo de desmoronamiento de la civilización.