Los cultivos comerciales tienen una base genética extremadamente reducida, lo que los hace vulnerables a las amenazas del medio ambiente. La técnica de la mutación inducida está adquiriendo una importancia cada vez mayor como medio para provocar cambios hereditarios en las plantas y ofrecer nuevas variedades genéticas a los fitogenetistas.
Biodiversidad vegetal y recursos genéticos
La diversidad genética de las plantas figura entre los recursos más importantes del planeta para la alimentación y la agricultura. Miles de especies cultivadas y sus variedades silvestres conforman la diversidad genética de la que depende la producción mundial de alimentos. Durante miles de años, el ser humano ha utilizado y desarrollado los recursos fitogenéticos para la producción agrícola y de alimentos, y ha dependido de ellos.
Sin embargo, los recursos genéticos se están perdiendo a un ritmo cada vez más alarmante. La erosión de esos recursos reduce el potencial del ser humano para adaptarse a nuevas condiciones socioeconómicas y ambientales.
La mutagénesis inducida, que se utiliza desde hace casi un siglo, es una técnica que consiste en generar mutaciones en las plantas irradiando las semillas. Se trata de una estrategia de fitomejoramiento probada, segura, robusta y eficaz en relación con los costos, y genera variedades de cultivo que contribuyen sustancialmente a la seguridad alimentaria y nutricional mundial.
Junto con la FAO, el OIEA ayuda a los Estados Miembros a crear y a adoptar tecnologías de base nuclear, como la técnica de mutación inducida, para optimizar la biodiversidad de las plantas y los recursos genéticos que apoyan la intensificación de la producción de cultivos y la preservación de los recursos naturales.
Ampliación de la base genética mediante la mejora por inducción de mutaciones
Mantener la biodiversidad es una responsabilidad mundial. Consciente de la importancia que tiene la biodiversidad para la alimentación y la agricultura, la FAO creó en 1983 la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura. Se trata de un foro permanente donde los gobiernos examinan y negocian cómo garantizar que los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura se preserven y se utilicen de manera sostenible, y que las generaciones presentes y futuras tengan una participación justa y equitativa en sus beneficios.
Otro instrumento eficaz es el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, adoptado en 2001. Se trata de un acuerdo internacional de amplio alcance cuya finalidad es garantizar la seguridad alimentaria mediante la conservación, el intercambio y el uso sostenible de los recursos fitogenéticos mundiales para la alimentación y la agricultura. A fin de aprovechar plenamente su potencial, es preciso utilizar los medios científicos y tecnológicos más adecuados para cultivar nuevas variedades de plantas.
La mutagénesis inducida contribuye a explotar ese potencial y ayuda a los fitogenetistas a obtener las materias primas necesarias para generar las variedades de cultivos “inteligentes” deseadas. La técnica produce enormes cantidades de mutantes putativos (comúnmente aceptados) que incrementan la biodiversidad. La variación genética que se obtiene de la biodiversidad de los recursos fitogenéticos ayuda a atajar muchos problemas relacionados con el fitomejoramiento. Los objetivos fundamentales del fitomejoramiento son mejorar las variedades de cultivos en términos de rendimiento, calidad y adaptabilidad al cambio climático, así como de los factores de estrés bióticos (relacionados con los debidos a los seres vivos) y abióticos (no relacionados con los seres vivos) presentes en el ecosistema.