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La Argentina aplica la tecnología nuclear al agua

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(Vídeo: M. Klingenböck/OIEA)

MENDOZA (ARGENTINA)– En la Argentina, como en muchas partes del mundo, el agua está en peligro por la sobreexplotación y la contaminación. A fin de protegerla, los científicos estudian hasta sus más mínimos detalles con ayuda de la tecnología nuclear y el apoyo del OIEA.

“La mayoría del agua dulce y utilizable del mundo se encuentra en el suelo, pero la mayoría del agua a nuestra disposición son aguas superficiales”, señala Douglas Kip Solomon, profesor de geología y geofísica en la Universidad de Utah, que ayuda a los expertos argentinos a cartografiar sus aguas con ayuda del OIEA. “Es sumamente importante que comprendamos las interacciones entre las aguas superficiales y las subterráneas para aprender a gestionar adecuadamente y proteger estos recursos.”

Con ayuda de las técnicas nucleares, los científicos pueden determinar la cantidad y la calidad de los suministros de agua. Utilizan isótopos naturales como trazadores a fin de descubrir de dónde proceden las aguas subterráneas, si son recientes o antiguas, si se están recargando o se están contaminando y cuáles son sus rutas.

La ciencia que estudia estas cuestiones se denomina hidrología isotópica, una disciplina que, según el profesor Solomon, “es uno de los instrumentos más poderosos y fiables que existen para evaluar de manera exhaustiva las aguas subterráneas.”

En algunas regiones, saber si el agua que utilizamos diariamente se recarga periódicamente, se está agotando o está en peligro por la contaminación puede marcar la diferencia entre la pobreza y la prosperidad.
Daniel Cicerone, responsable medioambiental, Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), Argentina.

“Examinamos el agua para saber exactamente cómo se mueve por los acuíferos, cómo interactúa con los ríos y cuánta queda”, dice Sandra Ibáñez, hidróloga isotópica de la Universidad de Cuyo, en Mendoza, que participa en un proyecto de cooperación técnica del OIEA en el país. El OIEA presta apoyo en materia de hidrología isotópica a científicos de todo el mundo, para lo cual envía a expertos a misiones sobre el terreno y capacita a hidrólogos locales en la utilización de estas técnicas isotópicas.

Hidrólogos isotópicos argentinos llevan desde principios de 2016 recopilando e interpretando datos de dos regiones estratégicas con ayuda del OIEA. La idea es que los responsables de la formulación de políticas empleen esta información y diseñen modelos de gestión de las aguas (modelos hidrológicos) mejorados para estas regiones.

“La Argentina tiene la suerte de disponer de una gran cantidad de agua por habitante, pero esta agua se distribuye de forma muy desigual por todo el país”, declara Daniel Cicerone, responsable medioambiental de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de la Argentina. “En algunas regiones, saber si el agua que utilizamos diariamente se recarga periódicamente, se está agotando o está en peligro por la contaminación puede marcar la diferencia entre la pobreza y la prosperidad.”

Hidrólogos isotópicos recogen muestras de agua en Mendoza, en la región occidental de la Argentina. (Fotografía: L. Gil/OIEA)

Reservas ocultas

Las dos regiones fueron seleccionadas por distintas razones. En la primera, el árido valle de Mendoza, en la región occidental de la Argentina, la población depende del agua dulce subterránea de los acuíferos de Uspallata y Yaguaráz, así como de otros acuíferos de menor tamaño. Las autoridades tienen interés por descubrir si esta agua se está extrayendo de forma sostenible y si los acuíferos tienen capacidad suficiente para soportar una mayor utilización del agua.

“Necesitamos el agua para todo: lavar los instrumentos, mantenerlos limpios. El agua es el pan nuestro de cada día”, afirma Sergio Cirauqui, que trabaja en un negocio de excursiones en kayak y de rafting situado en la cima de una montaña en Uspallata. “Sin embargo, somos muy conscientes de que el agua es un recurso finito y que tenemos que cuidarlo. Y como recurso finito que es, deberíamos utilizarlo de manera casi sagrada”.

Hidrólogos isotópicos argentinos llevan más de un año recorriendo las montañas y las llanuras de Mendoza, recolectando agua de pozos, lagos y ríos acompañados por expertos internacionales y del OIEA. De vuelta a sus laboratorios, interpretan los resultados para tener una imagen más clara de los recursos disponibles.

Basándose en datos como la tasa de recarga del agua de los acuíferos, los responsables de formular políticas están en mejores condiciones para establecer normas de utilización del agua para el consumo, la agricultura y la industria. Saber que el agua superficial está infiltrando las aguas subterráneas, por ejemplo, puede llevar a que se formulen normativas más estrictas sobre los niveles de contaminación aceptables.

“Una vez tengamos los resultados, podremos decidir qué actividades comerciales promover en Mendoza”, dice Juan Andrés Pina, Director Adjunto de la División de Aguas Subterráneas en el Departamento General de Irrigación de Mendoza.  

La agricultura es la mayor consumidora de agua dulce del mundo. En la fotografía, un agricultor prepara el suelo en unos viñedos en Mendoza. (Fotografía: L. Gil/OIEA)

La segunda región objeto de estudio es un cauce natural en Los Gigantes, en Córdoba, un antiguo complejo de extracción minera situado a unos 700 km al oeste de Buenos Aires. Allí, las autoridades argentinas están poniendo en marcha un proyecto de rehabilitación ambiental, y trabajan codo con codo con hidrólogos isotópicos para lograr más información sobre la calidad de las aguas subterráneas y su posible vulnerabilidad a la contaminación.

Tras el cierre de las dos minas de uranio, científicos y autoridades permanecieron atentos a las aguas subterráneas de la zona. Por conducto del proyecto del OIEA, los científicos monitorizan en la actualidad si el agua que recarga el reservorio del lago San Roque, una fuente para el consumo humano en la ciudad de Córdoba, está limpia y es salubre.

Y si bien han descubierto que los niveles de uranio en el agua subterránea son seguros, trabajan para localizar el origen y el movimiento exactos de las aguas subterráneas, incluidas sus zonas de recarga, la edad de estas aguas, su volumen, su comportamiento y su vulnerabilidad a la contaminación en el futuro. 

“Este estudio interdisciplinario e interinstitucional ayudará a las autoridades a mejorar el modelo conceptual y los conocimientos hidrológicos de la zona y fortalecerá la rehabilitación del emplazamiento”, explica Daniel Martínez, geólogo e investigador del Consejo Nacional para Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).   

Los proyectos regionales de cooperación técnica han sido fundamentales para transferir conocimientos y tecnología a instituciones nacionales y locales, señala Ramírez García, Jefe de Sección del Departamento de Cooperación Técnica del OIEA.

“La nueva información obtenida mediante técnicas isotópicas ayudará a monitorizar los recursos hídricos y promoverá el tipo de decisiones que reportarán beneficios sociales y económicos a la población de esas regiones”, manifiesta Ramírez García.

BASE CIENTÍFICA

Cada molécula de agua contiene átomos de hidrógeno y de oxígeno, pero no todos son iguales: algunos átomos son más ligeros y otros, más pesados.

“Todas las aguas naturales tienen una composición isotópica de hidrógeno y de oxígeno distinta”, manifiesta Lucía Ortega, hidróloga isotópica del OIEA. “Esta composición isotópica nos sirve como “huella” del agua.”

Cuando el agua de mar se evapora, las moléculas que contienen isótopos menos pesados suelen ser las primeras en ascender. Cuando llueve, las moléculas con isótopos más pesados caen antes. Cuanto más viaje la nube hacia el interior, mayor será la proporción de moléculas con isótopos ligeros en la lluvia.

Cuando el agua cae en la tierra, llena lagos, ríos y acuíferos, afirma Ortega. “Midiendo la diferencia en las proporciones entre isótopos ligeros y pesados, podemos estimar el origen de distintas aguas.”

Además, la abundancia de isótopos radiactivos naturales presentes en el agua, como el tritio y el carbono 14, y de isótopos de gases nobles disueltos en el agua puede servir para estimar la edad del agua subterránea, que puede ir de unos días a mil años. Que las aguas subterráneas tengan una antigüedad de decenas de miles de años significa que el flujo del agua es muy lento y que, si se extrae este recurso de forma inadecuada, su reposición puede durar decenas de miles de años.

“Y esto es clave para ayudarnos a evaluar la calidad, la cantidad y la sostenibilidad del agua”, afirma.

(Infografía: F. Nassif/OIEA)

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